Por Deby Beard

 

Cada gota de ABATILLES, procedente del Macizo Central, tarda 300 años en recorrer un kilómetro; al atravesar rocas, arena y arcilla, se carga de minerales que determinan su composición constante desde 1925. Se almacena de forma natural en un acuífero situado a 472 metros de profundidad en Arcachon, Burdeos. A esta profundidad está totalmente protegida de nitratos, bacterias y demás contaminantes. De allí se extrae, lista para ser consumida, desde hace casi 100 años. 

En agosto de 1923 un ingeniero francés llamado Louis Le Marié, estando en busca de petróleo, descubrió un gran manantial de agua mineral ubicado cerca de la Bahía de Arcachon. 70,000 litros de agua de manantial brotaron por hora disparando a una altura de 8 metros, haciendo de este manantial uno de los diez mejores en Francia. 

La presión por la que brotó hizo posible conducir el agua directamente a la planta embotelladora, manteniendo intactas sus propiedades naturales. Después de ser operado por una sucesión de diferentes compañías, en el año 2013 fue finalmente adquirida por Jean Merlaut, propietario de Château Gruaud Larose en Saint-Julien-Beychevelle, y Hervé Maudet, comerciante de vinos y licores quien trabaja específicamente con restaurantes. 

 

El agua ABATILLES es embotellada directamente desde el manantial y se envasa en botellas de vidrio tipo “bordelesa” en diferentes presentaciones de 750 ml, 500 ml y 330 ml; sin gas. También existe la opción con gas, de pequeña y ligera burbuja, que hace del agua algo especial, diferente y de mucho agrado al paladar más exigente.  

El tipo de agua que brota del manantial de Abatilles está íntimamente ligado a su terruño. La geolocalización del manantial, su profundidad y las capas atravesadas antes de surgir, determinan su composición mineral;  por lo tanto, su peculiaridad y su sabor excepcional. 



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